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A veces uno va dejando de ser quien era y es entonces cuando lees a Carmen Ollé, su adrenalina nocturna, y vuelves a ser, entre otras cosas, una mujer. Vuelves a cogerle el ritmo al mundo y a los poemas ajenos, a la lectura y a la escritura. Y todo lo que es viejo y patético se borra de la faz de la rutina, tomando la forma que Carmen Ollé le da a su cuerpo, que es también tu cuerpo. Un cuerpo vivo. Noches de adrenalina es la poesía viva, rampante, que no pretende nada porque no asume nada. Existe en todos lados y supera el propio tiempo. No es el tiempo de las noches de escritura de Carmen Ollé a los 30 años, ni es el tiempo de ninguna mujer a los 30 años, ni el de ningún hombre específico a ninguna edad. Noches de adrenalina succiona el tiempo y revela lo que importa en los poemas: la existencia para siempre de la vida. Otros libros, tal vez, podrían revelarlo, pero no como este libro. Vocales y estructuras avanzan velozmente, cuando vas por la mitad ya has terminado. Zozobra. Si hubiera que decir una palabra, esa palabra sería zozobra. En mi caso diría Carmen. Como cuando a Borges le dolía un nombre en todo el cuerpo, el nombre de una mujer. Desfilan las ciudades, los sistemas políticos, los órganos biológicos y los poetas muertos. Yo precaria, a sus pies, me la imagino así, escribiendo este libro sentada en un retrete, echando fuera todo: sangre, sudor y lágrimas, lenguaje y tradición.

NOCHES DE ADRENALINA - CARMEN OLLE

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A veces uno va dejando de ser quien era y es entonces cuando lees a Carmen Ollé, su adrenalina nocturna, y vuelves a ser, entre otras cosas, una mujer. Vuelves a cogerle el ritmo al mundo y a los poemas ajenos, a la lectura y a la escritura. Y todo lo que es viejo y patético se borra de la faz de la rutina, tomando la forma que Carmen Ollé le da a su cuerpo, que es también tu cuerpo. Un cuerpo vivo. Noches de adrenalina es la poesía viva, rampante, que no pretende nada porque no asume nada. Existe en todos lados y supera el propio tiempo. No es el tiempo de las noches de escritura de Carmen Ollé a los 30 años, ni es el tiempo de ninguna mujer a los 30 años, ni el de ningún hombre específico a ninguna edad. Noches de adrenalina succiona el tiempo y revela lo que importa en los poemas: la existencia para siempre de la vida. Otros libros, tal vez, podrían revelarlo, pero no como este libro. Vocales y estructuras avanzan velozmente, cuando vas por la mitad ya has terminado. Zozobra. Si hubiera que decir una palabra, esa palabra sería zozobra. En mi caso diría Carmen. Como cuando a Borges le dolía un nombre en todo el cuerpo, el nombre de una mujer. Desfilan las ciudades, los sistemas políticos, los órganos biológicos y los poetas muertos. Yo precaria, a sus pies, me la imagino así, escribiendo este libro sentada en un retrete, echando fuera todo: sangre, sudor y lágrimas, lenguaje y tradición.