Miles de veces se subrayó el aspecto nostálgico, romántico, antimoderno y anti-iluminista de Pasolini. Todo es verdad. ¿Pero no es el momento de tomar seriamente en consideración también su rechazo de una realidad dada como incontrovertible y carente de cualquier alternativa? ¿Por qué no plantearnos nosotros también, al menos por un momento, su misma pregunta? O bien: si el único modo de ir hacia adelante es el que nos viene propuesto cotidianamente, ¿por qué no someter a examen la idea de que llegó el tiempo de “volver atrás y comenzar desde cero”? La fuerza inactual del pensamiento pasoliniano resuena mucho más potente hoy, al culminar un mísero hegelianismo, de manera que está definitivamente mostrando signos de cansancio. Se puede disentir, naturalmente, con el Pasolini apocalíptico que arremete contra las fuerzas de izquierda (en particular el PCI) ya confabulando con un capitalismo que definitivamente homologó a los hijos de los obreros con los hijos de los burgueses. Y lo mismo puede hacerse cuando dispara a discreción contra las ansias febriles de bienestar y posesión que volvió a todos más tristes, anhelando, en cambio, “cinco años de miseria” para pedirle a los italianos, “un pueblo de idiotas neuróticos”, volver finalmente “aunque más no sea a su mísera humanidad”.