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¿Otro libro sobre José Mujica? Ya hay muchos, en Uruguay, en Argentina y en el mundo: en Japón, por ejemplo, existe uno en formato comic para escolares. ¿Por qué otro? El Pepe fue guerrillero, estuvo doce años preso, fue diputado, senador, ministro, candidato presidencial y luego presidente, y siempre engranaje fundamental de su querido Frente Amplio. Pero ahora encara una nueva etapa en su vida. El alejamiento de la actividad política cotidiana y de los continuos reclamos de la vida pública, producto de la pandemia y de los años vividos, le ha permitido disfrutar de mayores espacios de reflexión personal y tender hacia el futuro una mirada no exenta de inquietudes. Hijo de su tiempo, fue moldeado por la sociedad y por las personas con las que compartió tramos de su historia. En su palabra, tan singular como la de cualquiera, hablan las voces del pasado. Con su madre aprendió que el trabajo, antes que cualquier otra consideración, es el tributo para sentirse uno más sobre la tierra. De ella, y de sus discusiones juveniles, incorporó la admiración por Luis Alberto de Herrera, el caudillo del Partido Nacional, y por Enrique Erro. De los obreros frigoríficos del Cerro le llegó la solidaridad. Se adentró en los procesos históricos de América Latina con los libros de Abelardo Ramos. Y no se quedó al margen cuando miles de jóvenes renegaron de una democracia que encubría injusticias y eligieron el camino de las armas. Este libro nace de la idea de lanzar semillas al viento, pensando en la necesidad de que nuevos militantes echen raíces en la tierra fértil de las luchas sociales y políticas de este continente tan injusto, tan desigual, pero que sigue pariendo espíritus rebeldes. Dice el Pepe que el capitalismo no es el fin de la historia, que ninguna derrota es definitiva, y que los únicos derrotados son los que bajan los brazos: “Los luchadores sociales siempre soñamos con un cambio de poder, y muchas veces terminamos llevando flores al cementerio de las utopías, pero tenemos que vernos como sembradores. Pelear por los demás es pelear por lo mejor que tenemos dentro”.

JOSE MUJICA SEMILLAS AL VIENTO - MARIO MAZZEO CARLOS MARTELL

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¿Otro libro sobre José Mujica? Ya hay muchos, en Uruguay, en Argentina y en el mundo: en Japón, por ejemplo, existe uno en formato comic para escolares. ¿Por qué otro? El Pepe fue guerrillero, estuvo doce años preso, fue diputado, senador, ministro, candidato presidencial y luego presidente, y siempre engranaje fundamental de su querido Frente Amplio. Pero ahora encara una nueva etapa en su vida. El alejamiento de la actividad política cotidiana y de los continuos reclamos de la vida pública, producto de la pandemia y de los años vividos, le ha permitido disfrutar de mayores espacios de reflexión personal y tender hacia el futuro una mirada no exenta de inquietudes. Hijo de su tiempo, fue moldeado por la sociedad y por las personas con las que compartió tramos de su historia. En su palabra, tan singular como la de cualquiera, hablan las voces del pasado. Con su madre aprendió que el trabajo, antes que cualquier otra consideración, es el tributo para sentirse uno más sobre la tierra. De ella, y de sus discusiones juveniles, incorporó la admiración por Luis Alberto de Herrera, el caudillo del Partido Nacional, y por Enrique Erro. De los obreros frigoríficos del Cerro le llegó la solidaridad. Se adentró en los procesos históricos de América Latina con los libros de Abelardo Ramos. Y no se quedó al margen cuando miles de jóvenes renegaron de una democracia que encubría injusticias y eligieron el camino de las armas. Este libro nace de la idea de lanzar semillas al viento, pensando en la necesidad de que nuevos militantes echen raíces en la tierra fértil de las luchas sociales y políticas de este continente tan injusto, tan desigual, pero que sigue pariendo espíritus rebeldes. Dice el Pepe que el capitalismo no es el fin de la historia, que ninguna derrota es definitiva, y que los únicos derrotados son los que bajan los brazos: “Los luchadores sociales siempre soñamos con un cambio de poder, y muchas veces terminamos llevando flores al cementerio de las utopías, pero tenemos que vernos como sembradores. Pelear por los demás es pelear por lo mejor que tenemos dentro”.