JARDIN SALVAJE - MAUVECIN LEONOR
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No se trata de un jardín disciplinado, al modo versallesco, sino de un jardín en donde “el rumor del viento entreteje arañas / y la hierba salvaje y olorosa / crece”.
Es en ese jardín, en algunos de sus rincones, donde brotan y crecen las singularidades de la subjetividad, donde “la intemperie generosa / cubre con un manto de hojas / mi cuerpo desnudo”; es en ese espacio en el cual “el deseo era entonces, una planta perfumada / como un vello suave”.
Es el preciso jardín -ámbito trascendente de belleza- donde se realiza el espacio del placer y del deseo en el que consta una individualidad entrañada y significada que acerca una mirada poética a los destinos más propios de su ser, del ser que crece.
Suerte de creatividad y de energías nacientes, marca de una invención primera y florecida; emergencia de lo vivo, construcción.
Algo de esto pareciera dibujarse en este Jardín salvaje de Leonor Mauvecin, por su bello y expresivo canto a la inmarcesible exhuberancia de lo vivo. (Julio Castellanos, de la contratapa).