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Hermoso libro este de Orwell. Relata básicamente su estadía en España, principalmente en Barcelona, a donde fue como periodista a cubrir los acontecimientos referidos a la Guerra Civil Española, pero donde pronto se alistó como miliciano para combatir al fascismo.
Orwell narra toda su estadía en Barcelona, desde su llegada como periodista, su experiencia como soldado raso, luego como oficial, y finalmente como militante perseguido, hasta su regreso a Inglaterra.
Es interesantísima la descripción que hace de la Barcelona anarquista, en donde las fábricas pertenecían a sus empleados, las tierras eran de quienes las trabajaban, los ciudadanos se trataban de igual a igual y todos los trabajos eran remunerados con el mismo sueldo. Todo eso incluso ocurría, en ese tiempo, en el ejército.
No es menos interesante su narración y sus reflexiones sobre lo acontecido en el frente.
Confío en que estas palabras introductorias de G. Orwell sirvan para motivar a muchos a leer este libro:
Había viajado a España con el proyecto de escribir artículos periodísticos, pero ingresé en la milicia casi de inmediato, porque en esa época y en esa atmósfera parecía ser la única actitud concebible. Los anarquistas seguían manteniendo el control virtual de Cataluña, y la revolución estaba aún en pleno apogeo. A quien se encontrara allí desde el comienzo probablemente le parecería, incluso en diciembre o en enero, que el período revolucionario estaba tocando a su fin; pero viniendo directamente de Inglaterra, el aspecto de Barcelona resultaba sorprendente e irresistible. Por primera vez en mi vida, me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios, cualquiera que fuera su tamaño, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes ostentaban la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios; casi todos los templos habían sido destruidos y sus imágenes, quemadas. Por todas partes, cuadrillas de obreros se dedicaban sistemáticamente a demoler iglesias. En toda tienda y en todo café se veían letreros que proclamaban su nueva condición de servicios socializados; hasta los limpiabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro. Camareros y dependientes miraban al cliente cara a cara y lo trataban como a un igual. Las formas serviles e incluso ceremoniosas del lenguaje habían desaparecido. Nadie decía señor, o don y tampoco usted; todos se trataban de «camarada» y «tú», y decían ¡salud! en lugar de buenos días.

 

HOMENAJE A CATALUÑA - GEORGE ORWELL

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Hermoso libro este de Orwell. Relata básicamente su estadía en España, principalmente en Barcelona, a donde fue como periodista a cubrir los acontecimientos referidos a la Guerra Civil Española, pero donde pronto se alistó como miliciano para combatir al fascismo.
Orwell narra toda su estadía en Barcelona, desde su llegada como periodista, su experiencia como soldado raso, luego como oficial, y finalmente como militante perseguido, hasta su regreso a Inglaterra.
Es interesantísima la descripción que hace de la Barcelona anarquista, en donde las fábricas pertenecían a sus empleados, las tierras eran de quienes las trabajaban, los ciudadanos se trataban de igual a igual y todos los trabajos eran remunerados con el mismo sueldo. Todo eso incluso ocurría, en ese tiempo, en el ejército.
No es menos interesante su narración y sus reflexiones sobre lo acontecido en el frente.
Confío en que estas palabras introductorias de G. Orwell sirvan para motivar a muchos a leer este libro:
Había viajado a España con el proyecto de escribir artículos periodísticos, pero ingresé en la milicia casi de inmediato, porque en esa época y en esa atmósfera parecía ser la única actitud concebible. Los anarquistas seguían manteniendo el control virtual de Cataluña, y la revolución estaba aún en pleno apogeo. A quien se encontrara allí desde el comienzo probablemente le parecería, incluso en diciembre o en enero, que el período revolucionario estaba tocando a su fin; pero viniendo directamente de Inglaterra, el aspecto de Barcelona resultaba sorprendente e irresistible. Por primera vez en mi vida, me encontraba en una ciudad donde la clase trabajadora llevaba las riendas. Casi todos los edificios, cualquiera que fuera su tamaño, estaban en manos de los trabajadores y cubiertos con banderas rojas o con la bandera roja y negra de los anarquistas; las paredes ostentaban la hoz y el martillo y las iniciales de los partidos revolucionarios; casi todos los templos habían sido destruidos y sus imágenes, quemadas. Por todas partes, cuadrillas de obreros se dedicaban sistemáticamente a demoler iglesias. En toda tienda y en todo café se veían letreros que proclamaban su nueva condición de servicios socializados; hasta los limpiabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo y negro. Camareros y dependientes miraban al cliente cara a cara y lo trataban como a un igual. Las formas serviles e incluso ceremoniosas del lenguaje habían desaparecido. Nadie decía señor, o don y tampoco usted; todos se trataban de «camarada» y «tú», y decían ¡salud! en lugar de buenos días.