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Hilda Doolittle se sentía devastada, nada de lo que había intentado

había aliviado sus malestares. A la vez, su escritura, tan intensa

como insumisa, estaba suspendida.

Tomó entonces la decisión de analizarse con Freud. Escogió algunos

libros, buscó sus propios manuscritos, se aprovisionó de lápices y

anotadores porque intuía que ese podía ser su último viaje.

Esperó en la sala contigua, sabiendo que el Profesor abriría la

puerta quela separaba del consultorio. Ha venido preparándose

durante meses para esa ordalía. Freud apareció con prontitud a

pesar de sus largos años y ella atravesó como un autómata la

puerta que se cerró tras de sí. Sigmund Freud permaneció callado

aguardando que Hilda se pronunciara, que dijera algo, pero Hilda

no quería o no podía hablar.

Miró a derecha e izquierda los antiguos objetos que se exhibían en

la vitrina o sobre el escritorio, pero permaneció callada. Freud

entonces le dijo que era la primera persona que al entrar a la

habitación observaba las cosas que había en ella en lugar de

mirarlo a él. Hilda supuso que el tono de Freud era más bien triste

al manifestarse de esta manera.

Freud le señaló que parecía no querer ser analizada.

EL RASTRO DE UNA SOMBRA SIN NOMBRE - GERARDO GARCIA

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Hilda Doolittle se sentía devastada, nada de lo que había intentado

había aliviado sus malestares. A la vez, su escritura, tan intensa

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Tomó entonces la decisión de analizarse con Freud. Escogió algunos

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