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El psicoanálisis siempre tendrá un lugar cuando aparece un imposible de tratar o de educar. Alojar este imposible de una manera orientada, y reconociendo sus límites, se articula directamente con el exergo lacaniano de "no retroceder ante la psicosis". Esto supone una invitación a despejar las dificultades propias de una clínica bajo transferencia y a innovar, permanentemente, la práctica analítica. Lacan no dejó una teoría definitiva, sino esbozada a partir de la topología, una clínica continuista que permite un tratamiento del exceso del goce, desregulado, que intenta anudar nuevas soluciones e invenciones. Hay que subrayar que esta clínica continuista no anula la anterior, la clínica estructuralista y el binomio neurosis-psicosis no queda eliminado, ni la discontinuidad desaparece, más bien se trata de pensar la clínica superándola, no excluyéndola. La perspectiva abierta por J.A. Miller sobre las psicosis ordinarias no anula la importancia de la formación del analista en el campo de la psicopatología clásica y la clínica, a partir de la cual abordamos las diferencias y las singularidades de las estructuras y de cada sujeto en singular. La estructura y la singularidad no se oponen, sino que se articulan. Por esta razón, en el libro se aborda, también, las especificidades de los diferentes polos de las psicosis: la paranoia, la esquizofrenia, la manía y la melancolía. Como postulamos en el libro, el psicoanálisis hace un uso de esas categorías para tomar la distancia necesaria que nos permita orientar una práctica de cada sujeto en particular, abrir la posibilidad de que cada uno encuentre sus soluciones, pero es fundamental, al mismo tiempo, conocer las especificidades de la posición subjetiva que cada sujeto toma frente al encuentro con lo real y el goce. Santiago Castellanos

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El psicoanálisis siempre tendrá un lugar cuando aparece un imposible de tratar o de educar. Alojar este imposible de una manera orientada, y reconociendo sus límites, se articula directamente con el exergo lacaniano de "no retroceder ante la psicosis". Esto supone una invitación a despejar las dificultades propias de una clínica bajo transferencia y a innovar, permanentemente, la práctica analítica. Lacan no dejó una teoría definitiva, sino esbozada a partir de la topología, una clínica continuista que permite un tratamiento del exceso del goce, desregulado, que intenta anudar nuevas soluciones e invenciones. Hay que subrayar que esta clínica continuista no anula la anterior, la clínica estructuralista y el binomio neurosis-psicosis no queda eliminado, ni la discontinuidad desaparece, más bien se trata de pensar la clínica superándola, no excluyéndola. La perspectiva abierta por J.A. Miller sobre las psicosis ordinarias no anula la importancia de la formación del analista en el campo de la psicopatología clásica y la clínica, a partir de la cual abordamos las diferencias y las singularidades de las estructuras y de cada sujeto en singular. La estructura y la singularidad no se oponen, sino que se articulan. Por esta razón, en el libro se aborda, también, las especificidades de los diferentes polos de las psicosis: la paranoia, la esquizofrenia, la manía y la melancolía. Como postulamos en el libro, el psicoanálisis hace un uso de esas categorías para tomar la distancia necesaria que nos permita orientar una práctica de cada sujeto en particular, abrir la posibilidad de que cada uno encuentre sus soluciones, pero es fundamental, al mismo tiempo, conocer las especificidades de la posición subjetiva que cada sujeto toma frente al encuentro con lo real y el goce. Santiago Castellanos