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A partir de la enseñanza de Lacan, nadie está autorizado para decidir quién es psicoanalista y quién no lo es: no se trata de serlo sino de estar en ese lugar. Toda autoridad proviene de la enunciación, de modo que nadie puede nombrar ni nombrarse psicoanalista. Nada de profesionales autorizados y pacientes legitimados por su victimismo inherente… Si algo vive aun de la aventura del psicoanálisis, se trata del encuentro del deseo del analista con el deseo del analizante. Oscar Masotta apostó al deseo como “resguardo de la falta”, el deseo como deseo del Otro. En cambio, si el lugar del psicoanalista lo ocupa un tecnócrata, el lugar del analizante, vaciado desde un comienzo, se vuelve un desfiladero de consumidores, una suerte de confesionario-shopping. Casi al comienzo de “Roberto Arlt, yo mismo” Masotta dice: “¿de qué me estoy confesando? Pues bien, de nada.” En el análisis, el sujeto no dice lo que sabe (como el pecador al confesarse), sino lo que no sabe entre retazos de cosas sabidas. Pero el analista tampoco “aplica” lo que sabe, ni administra el inconsciente, en todo caso, investiga para que ese gran invento “no-realizado” llamado “inconsciente” habilite momentos subjetivos, girones y otras potencias en las vidas, incluyendo la propia. Si los seguidores de Jacques-Alain Miller engendraron una institución argentina en espejo con la IPA (International Psychoanalytical Association), la que excomulgó a Lacan; por el contrario, el psicoanálisis lacaniano genera una dispersión creadora cuya continuidad es la única garantía posible en una disciplina en la que no hay garantías. Oscar Masotta –y con él, el psicoanálisis rioplatense– se inscribe en ese legado, su itinerario creativo y la multiplicidad de intereses que lo convocaron enseñan que “lo conceptual en Lacan no deja de ser poético”. Oscar Masotta, psicoanálisis estético y político, que mantiene en suspenso al individuo y su satisfacción, abierto al resto, justo cuando pretendía cerrarse sobre sí, en una “individualidad imposible de sostener”.

OSCAR MASOTTA LA AVENTURA DEL PSICOANALISIS RIOPLA - LEVIN HUGO

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A partir de la enseñanza de Lacan, nadie está autorizado para decidir quién es psicoanalista y quién no lo es: no se trata de serlo sino de estar en ese lugar. Toda autoridad proviene de la enunciación, de modo que nadie puede nombrar ni nombrarse psicoanalista. Nada de profesionales autorizados y pacientes legitimados por su victimismo inherente… Si algo vive aun de la aventura del psicoanálisis, se trata del encuentro del deseo del analista con el deseo del analizante. Oscar Masotta apostó al deseo como “resguardo de la falta”, el deseo como deseo del Otro. En cambio, si el lugar del psicoanalista lo ocupa un tecnócrata, el lugar del analizante, vaciado desde un comienzo, se vuelve un desfiladero de consumidores, una suerte de confesionario-shopping. Casi al comienzo de “Roberto Arlt, yo mismo” Masotta dice: “¿de qué me estoy confesando? Pues bien, de nada.” En el análisis, el sujeto no dice lo que sabe (como el pecador al confesarse), sino lo que no sabe entre retazos de cosas sabidas. Pero el analista tampoco “aplica” lo que sabe, ni administra el inconsciente, en todo caso, investiga para que ese gran invento “no-realizado” llamado “inconsciente” habilite momentos subjetivos, girones y otras potencias en las vidas, incluyendo la propia. Si los seguidores de Jacques-Alain Miller engendraron una institución argentina en espejo con la IPA (International Psychoanalytical Association), la que excomulgó a Lacan; por el contrario, el psicoanálisis lacaniano genera una dispersión creadora cuya continuidad es la única garantía posible en una disciplina en la que no hay garantías. Oscar Masotta –y con él, el psicoanálisis rioplatense– se inscribe en ese legado, su itinerario creativo y la multiplicidad de intereses que lo convocaron enseñan que “lo conceptual en Lacan no deja de ser poético”. Oscar Masotta, psicoanálisis estético y político, que mantiene en suspenso al individuo y su satisfacción, abierto al resto, justo cuando pretendía cerrarse sobre sí, en una “individualidad imposible de sostener”.