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Derramados, como lectores, en la estructura formal que el poeta ha creado: vemos cómo sus significados la sostienen y cómo se detienen, girando la mirada, subvertida  por la duda o el extrañamiento o la pregunta.  Acompañan estos ritmos una deriva por ambiguas músicas, cadencias tocadas por la presencia o la ausencia de la mujer, o el temblor de sus hojas bajo un cielo inconmensurable.

El poeta está solo con sus palabras. El lector también, aunque se apoye en la partitura que Me dijo es la vida, le ofrece en toda su composición y a modo de obertura  con el Índice, la cita de Garcilaso y el primer poema Propósito : cartografía musical que guía el tránsito por esta nueva obra, donde Julio Castellanos reelabora los lugares de "sujetos soñantes", con un ritmo existencial atravesado por sueños y despertares que se suceden, transformando sus voces por una elucidación de la gramática que cada personaje admite o inquiere hasta ver quién habla en el poema.

Estos hombres y mujeres, protagonistas y antagonistas, piensan y subliman sus fuerzas a través de lo dicho y lo callado: "nacen y en soplo o en agua bogan, se dispersan", dice nuestro poeta. Sin evitar arderse o claudicando al ardor por causa de desplazamientos o sustituciones del destino que articula cada sujeto deseante, lo cual devendrá en tangos o valses que bailan suspendidos "entre crecientes lejanías".

Habiendo nacido, sido y desasido por causa del amor, la deseada vida, transfigurada toda ella, se desliza entre las palabras que la nombran. Ella, la poesía, la escritura, la mujer que nos imprime sus tonos, las marcas de sus acentos o ausencias. ¿Será ella   escritura o sujeto que nos revela el rostro empeñado por las apuestas de nuestras interpretaciones? ¿Será ella vacuidad que borrando lo escrito despierta al soñante? Aunque no sólo ella. Esto quiere denotar algunas de las diversas posiciones que asume la voz del poeta.

No hay excusas, ni justificaciones, para esas vestiduras de lo real como ropajes de una lengua que denuncia el artificio. El poeta lo recuerda y no duda en vaciarse de supuestos atributos y puede reflexionar sin temor: "Es propio de la materia ese estado afectado de muerte"; o "Materia que se evade y nos escribe, con grafía casi incomprensible, en la hondura de lo propio, ese hondor de ser, su declinante, infernal belleza sin sosiego."

Quienes hayan leído la obra de Castellanos, podrán volver a sus inspirados libros Lugares, Jardín a tientas y Eso que no es sueño, reeditados en su Poesía Reunida, o sus más recientes Naranjas amargas y Diálogos mudos, epígonos que citamos para que el lector reencuentre el universo que despliega nuestro poeta cordobés cuya obra se destaca en la intensa y pródiga poesía argentina.

 

                                                                                             Antonio Moro

 

 

ME DIJO ES LA VIDA - CASTELLANOS JULIO

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Derramados, como lectores, en la estructura formal que el poeta ha creado: vemos cómo sus significados la sostienen y cómo se detienen, girando la mirada, subvertida  por la duda o el extrañamiento o la pregunta.  Acompañan estos ritmos una deriva por ambiguas músicas, cadencias tocadas por la presencia o la ausencia de la mujer, o el temblor de sus hojas bajo un cielo inconmensurable.

El poeta está solo con sus palabras. El lector también, aunque se apoye en la partitura que Me dijo es la vida, le ofrece en toda su composición y a modo de obertura  con el Índice, la cita de Garcilaso y el primer poema Propósito : cartografía musical que guía el tránsito por esta nueva obra, donde Julio Castellanos reelabora los lugares de "sujetos soñantes", con un ritmo existencial atravesado por sueños y despertares que se suceden, transformando sus voces por una elucidación de la gramática que cada personaje admite o inquiere hasta ver quién habla en el poema.

Estos hombres y mujeres, protagonistas y antagonistas, piensan y subliman sus fuerzas a través de lo dicho y lo callado: "nacen y en soplo o en agua bogan, se dispersan", dice nuestro poeta. Sin evitar arderse o claudicando al ardor por causa de desplazamientos o sustituciones del destino que articula cada sujeto deseante, lo cual devendrá en tangos o valses que bailan suspendidos "entre crecientes lejanías".

Habiendo nacido, sido y desasido por causa del amor, la deseada vida, transfigurada toda ella, se desliza entre las palabras que la nombran. Ella, la poesía, la escritura, la mujer que nos imprime sus tonos, las marcas de sus acentos o ausencias. ¿Será ella   escritura o sujeto que nos revela el rostro empeñado por las apuestas de nuestras interpretaciones? ¿Será ella vacuidad que borrando lo escrito despierta al soñante? Aunque no sólo ella. Esto quiere denotar algunas de las diversas posiciones que asume la voz del poeta.

No hay excusas, ni justificaciones, para esas vestiduras de lo real como ropajes de una lengua que denuncia el artificio. El poeta lo recuerda y no duda en vaciarse de supuestos atributos y puede reflexionar sin temor: "Es propio de la materia ese estado afectado de muerte"; o "Materia que se evade y nos escribe, con grafía casi incomprensible, en la hondura de lo propio, ese hondor de ser, su declinante, infernal belleza sin sosiego."

Quienes hayan leído la obra de Castellanos, podrán volver a sus inspirados libros Lugares, Jardín a tientas y Eso que no es sueño, reeditados en su Poesía Reunida, o sus más recientes Naranjas amargas y Diálogos mudos, epígonos que citamos para que el lector reencuentre el universo que despliega nuestro poeta cordobés cuya obra se destaca en la intensa y pródiga poesía argentina.

 

                                                                                             Antonio Moro