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Lo diré directamente, y para comenzar: la poesía de Betty es una restauración de la sagrada energía femenina, escrita en tiempos oscuros. Más tarde, ahora mismo, estamos todavía recuperándonos, encarnando en nosotros (“nosotres”, que abraza mejor) esa restauración. Es un latigazo de luz, que cuesta sangre. Para que pueda encenderse la ternura. Que no es blanda ni complaciente, porque es un cimiento de la vida profunda. Así estamos. Así son ahora los tiempos, oscuros todavía, pero de las entrañas ha comenzado a brotar una luz tibia, mesurada. Amorosa. Sabia. Una luz que sabe abrazar a la oscuridad, porque todos somos Todo. Y porque nadie ni nada debe ser desplazado ni excluido. Nadie atrás, nadie abandonado en las terminales bombardeadas, ya no. Hubo un tiempo en el que las mujeres éramos madres y amantes. En absoluta libertad. Sin reglas absurdas. Éramos tan poderosas. Tan honradas. Tanto. Que creció el miedo. El resto es historia conocida. Ya es tiempo de integrarnos. El sagrado femenino y el divino masculino son potencias esenciales que están en la vida toda. Son potencias motrices, generadoras de lo que Es. Si uno crece a expensas del otro empieza el sufrir. Y ya es el tiempo del equilibrio. Ya no más esto “o” esto. Ahora es así, esto “y” esto “y” esto “y”… dejemos así, abierta siempre la puerta de la vida. La poesía de Betty, como toda poesía, visión, de esto supo y dijo. Tomo algunas de sus metáforas como talismanes o runas o arcanos, lámparas de fuego delicadamente labradas… “Macho”, sí, pero “de cristal”. Es decir, sabio, sublime, delicado, tierno, compasivo. Con los dones del sagrado femenino integrados, en equilibrio perfecto. Y con la “leona de sal”, en su rugido sentí la esfinge, su cuerpo de león y su rostro de mujer. Amantes poderosas. Fuego y poder femenino. Templo útero generador de vida. Tan silenciado y bastardeado, tanto. Poco a poco vamos entrando en conciencia. Porque “lo que se daña de raíz, se enciende”. Y aunque “en algún lugar nos sepultaron vivas” y “estamos vivas, sin coartadas posibles”, escuchamos a la diosa Isis, que nos enseña la alquimia sexual. Desde la profundidad de los tiempos viene el latido de la sabiduría, todas volveremos a ser sacerdotisas, como María Magdalena. Porque recordamos. Y recordémonos, nos dice Betty, recordémonos… “Magas, porque la verdad es la aurora, y el albergue el infinito” y niñas, “Mi tan querida niña: Todo nos ha sido dado para di-vi-ni-zar-nos”. Eda Nicola

LEONA DE SAL ANTOLOGA POETICA - MEDINA CABRAL BETTY

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Lo diré directamente, y para comenzar: la poesía de Betty es una restauración de la sagrada energía femenina, escrita en tiempos oscuros. Más tarde, ahora mismo, estamos todavía recuperándonos, encarnando en nosotros (“nosotres”, que abraza mejor) esa restauración. Es un latigazo de luz, que cuesta sangre. Para que pueda encenderse la ternura. Que no es blanda ni complaciente, porque es un cimiento de la vida profunda. Así estamos. Así son ahora los tiempos, oscuros todavía, pero de las entrañas ha comenzado a brotar una luz tibia, mesurada. Amorosa. Sabia. Una luz que sabe abrazar a la oscuridad, porque todos somos Todo. Y porque nadie ni nada debe ser desplazado ni excluido. Nadie atrás, nadie abandonado en las terminales bombardeadas, ya no. Hubo un tiempo en el que las mujeres éramos madres y amantes. En absoluta libertad. Sin reglas absurdas. Éramos tan poderosas. Tan honradas. Tanto. Que creció el miedo. El resto es historia conocida. Ya es tiempo de integrarnos. El sagrado femenino y el divino masculino son potencias esenciales que están en la vida toda. Son potencias motrices, generadoras de lo que Es. Si uno crece a expensas del otro empieza el sufrir. Y ya es el tiempo del equilibrio. Ya no más esto “o” esto. Ahora es así, esto “y” esto “y” esto “y”… dejemos así, abierta siempre la puerta de la vida. La poesía de Betty, como toda poesía, visión, de esto supo y dijo. Tomo algunas de sus metáforas como talismanes o runas o arcanos, lámparas de fuego delicadamente labradas… “Macho”, sí, pero “de cristal”. Es decir, sabio, sublime, delicado, tierno, compasivo. Con los dones del sagrado femenino integrados, en equilibrio perfecto. Y con la “leona de sal”, en su rugido sentí la esfinge, su cuerpo de león y su rostro de mujer. Amantes poderosas. Fuego y poder femenino. Templo útero generador de vida. Tan silenciado y bastardeado, tanto. Poco a poco vamos entrando en conciencia. Porque “lo que se daña de raíz, se enciende”. Y aunque “en algún lugar nos sepultaron vivas” y “estamos vivas, sin coartadas posibles”, escuchamos a la diosa Isis, que nos enseña la alquimia sexual. Desde la profundidad de los tiempos viene el latido de la sabiduría, todas volveremos a ser sacerdotisas, como María Magdalena. Porque recordamos. Y recordémonos, nos dice Betty, recordémonos… “Magas, porque la verdad es la aurora, y el albergue el infinito” y niñas, “Mi tan querida niña: Todo nos ha sido dado para di-vi-ni-zar-nos”. Eda Nicola