«Odiseo se puso de pie, esta vez definitivamente. Había coronado sus torres con felicidad, en punta, y la caña que las unía parecía relacionar el absurdo o por lo menos secreto designio de cada una y conformar un nuevo ser arquitectónico, magro y estrafalario. Odiseo se puso de pie cuando el sol se levantaba por sobre el horizonte. […] El niño no contestó cuando la Madre le dijo: “Odiseo, ¿qué hace, m’hijo?”, pero en cambio miró su construcción y por primera vez decidió no romperla.» En Las tierras blancas se cuenta un día en la vida de Odiseo y su Madre. Es un domingo, hay elecciones, y el niño sale, como todos los días, a buscar comida. La Madre, en el rancho miserable donde viven, sigue su recorrido mentalmente, perdiéndose en divagaciones y recuerdos. Como los héroes arquetípicos, Odiseo está inmerso en un tiempo cíclico, repetitivo, empujando una roca gigante por la ladera de una montaña que, al llegar a la cima, cae, y hay que volver a subirla. Una y otra vez. Para este niño, esa piedra es el hambre de cada día, la profunda pobreza que comparte con los demás habitantes de las tierras blancas. Como señala Evangelina Franzot en el prólogo, «Manauta dialoga con la tragedia clásica, pero a la vez se distancia de ella. Construye un ambiente mítico en un espacio litoraleño de sauces y aguas dulces. Su protagonista es un niño simple en busca de sustento, en cuyo viaje no hay apoteosis ni encuentro con los dioses». Con maravilloso equilibrio entre forma y contenido, Juan José Manauta (1919-2o13) modeló una verdadera joya de arte narrativo y sensibilidad social,un caso único en nuestra literatura. La novela tuvo numerosas ediciones a lo largo de los años y fue llevada al cine por Hugo del Carril. En esta primera edición crítica se revisan variantes y erratas de las versiones anteriores y se incluyen además una cronología, una bibliografía, un anexo con distintos textos críticos y el ensayo inédito de Manauta «Novela y cultura de masas».