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Poco se habla en estos días del uso del inconsciente del analista como instrumento para la interpretación y cuando se lo hace, en general, es para señalar que el único lugar en el que este tiene su espacio es en su análisis como analizante. Es interesante que algo similar suceda con el saber teórico, con el conocimiento de la doctrina psicoanalítica. Esta también parece quedar relegada al momento de teorización de los efectos del acto. ¡Cuánta preocupación hay de “no poner nada propio”! ¡Que la subjetividad del analista (si es que esto no es una contradicción en sí misma) no entre en juego en el análisis... a ver si alguna Otredad se inmiscuye en lo Uno del analizante! El problema es que si el analista no puede hacer uso de ninguna de sus “inclinaciones” para intervenir, el arte interpretativo parecería ser fuente de inspiración divina. El presente libro parte de la sentencia freudiana sobre el uso del inconsciente del analista como instrumento del análisis para, desde allí, poder esclarecer lo que llamaré “las intrusiones del analista” inherentes a la operación interpretativa. Al incluir al acto analítico como un elemento constitutivo de la interpretación se podrá ver cómo el analista puede, al mismo tiempo (o en dos tiempos lógicos distintos), ser un intruso sin dejar de someterse a las posiciones subjetivas del analizante. Sí, he dicho el analista intruso en el momento de su intervención. Por favor, ¡no se espante! Si se espanta ahora no sé qué va a pasar cuando sugiera que el analista puede intervenir como sujeto. El inconsciente del analista, magnífico equívoco, hecho con el mismo material con el que se construye el hablante, ¿no señala la irresponsabilidad de quien propone esa práctica? Actualmente algunos psicoanalistas se sienten conminados, especialmente desde las redes parasociales y dispositivos tecno-ideológicos, a expedirse respecto de temas que los descolocan porque cuestionan sus referencias, los difaman porque su opinión no se atiene a lo considerado políticamente correcto, los invitan a descreer en la dignidad de su tarea. En este contexto, Mariano López produjo un libro oportuno y luminoso. –Gabriel Lombardi. ¿Quién de nosotros no se avergonzaría de decir mal el nombre de un paciente? Ahora bien, lo interesante es que donde está ese tropiezo del analista es que nace la mejor intervención; pero, ¿eso no hablaría del analista como sujeto? Seguramente, pero ¿cuál es el problema? Para resolver la incomodidad que implica esta pregunta es que fue escrito este libro de Mariano López. –Luciano Lutereau.

INCONSCIENTE DEL ANALISTA EL - LOPEZ MARIANO

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Poco se habla en estos días del uso del inconsciente del analista como instrumento para la interpretación y cuando se lo hace, en general, es para señalar que el único lugar en el que este tiene su espacio es en su análisis como analizante. Es interesante que algo similar suceda con el saber teórico, con el conocimiento de la doctrina psicoanalítica. Esta también parece quedar relegada al momento de teorización de los efectos del acto. ¡Cuánta preocupación hay de “no poner nada propio”! ¡Que la subjetividad del analista (si es que esto no es una contradicción en sí misma) no entre en juego en el análisis... a ver si alguna Otredad se inmiscuye en lo Uno del analizante! El problema es que si el analista no puede hacer uso de ninguna de sus “inclinaciones” para intervenir, el arte interpretativo parecería ser fuente de inspiración divina. El presente libro parte de la sentencia freudiana sobre el uso del inconsciente del analista como instrumento del análisis para, desde allí, poder esclarecer lo que llamaré “las intrusiones del analista” inherentes a la operación interpretativa. Al incluir al acto analítico como un elemento constitutivo de la interpretación se podrá ver cómo el analista puede, al mismo tiempo (o en dos tiempos lógicos distintos), ser un intruso sin dejar de someterse a las posiciones subjetivas del analizante. Sí, he dicho el analista intruso en el momento de su intervención. Por favor, ¡no se espante! Si se espanta ahora no sé qué va a pasar cuando sugiera que el analista puede intervenir como sujeto. El inconsciente del analista, magnífico equívoco, hecho con el mismo material con el que se construye el hablante, ¿no señala la irresponsabilidad de quien propone esa práctica? Actualmente algunos psicoanalistas se sienten conminados, especialmente desde las redes parasociales y dispositivos tecno-ideológicos, a expedirse respecto de temas que los descolocan porque cuestionan sus referencias, los difaman porque su opinión no se atiene a lo considerado políticamente correcto, los invitan a descreer en la dignidad de su tarea. En este contexto, Mariano López produjo un libro oportuno y luminoso. –Gabriel Lombardi. ¿Quién de nosotros no se avergonzaría de decir mal el nombre de un paciente? Ahora bien, lo interesante es que donde está ese tropiezo del analista es que nace la mejor intervención; pero, ¿eso no hablaría del analista como sujeto? Seguramente, pero ¿cuál es el problema? Para resolver la incomodidad que implica esta pregunta es que fue escrito este libro de Mariano López. –Luciano Lutereau.