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Cada tanto, hay noticias del mundo que me hablan de la necesidad de inventar historias que las cuenten de otra manera. Que las griten. Ciertos cuentos y novelas que escribo empiezan con ese empujón brutal (porque, salvo excepciones, las noticias que me rozan son brutales). Si lo pienso con cuidado, encuentro dos tipos de hechos trágicos que me golpean así: los que relatan violencias contra los diferentes y los que se relacionan con la violencia humana contra la naturaleza. Demasiada luz empezó por unas fotos de una zona del campo argentino convertida en desierto de arena por la siembra repetida de soja, es decir, por el uso de los químicos que se inventaron para aumentar el rinde de las cosechas. Y no se trata de este país solamente. Esas fotos son una mirada a un futuro muy posible para el planeta (y a una falta de futuro para nuestra especie y muchas otras). Por eso, porque la historia que yo quería pensar no era individual ni particular, sino global, me decidí por la “fantasía”, es decir, por la invención de un mundo con reglas distintas. Pero, como siempre en la fantasía, Demasiada luz (y la palabra más importante es “demasiada”) habla de nosotros, de esta Tierra nuestra que maltratamos, de nuestro suicidio lento y también de maneras posibles de detenerlo.

DEMASIADA LUZ - AVERBACH MARGARA

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Cada tanto, hay noticias del mundo que me hablan de la necesidad de inventar historias que las cuenten de otra manera. Que las griten. Ciertos cuentos y novelas que escribo empiezan con ese empujón brutal (porque, salvo excepciones, las noticias que me rozan son brutales). Si lo pienso con cuidado, encuentro dos tipos de hechos trágicos que me golpean así: los que relatan violencias contra los diferentes y los que se relacionan con la violencia humana contra la naturaleza. Demasiada luz empezó por unas fotos de una zona del campo argentino convertida en desierto de arena por la siembra repetida de soja, es decir, por el uso de los químicos que se inventaron para aumentar el rinde de las cosechas. Y no se trata de este país solamente. Esas fotos son una mirada a un futuro muy posible para el planeta (y a una falta de futuro para nuestra especie y muchas otras). Por eso, porque la historia que yo quería pensar no era individual ni particular, sino global, me decidí por la “fantasía”, es decir, por la invención de un mundo con reglas distintas. Pero, como siempre en la fantasía, Demasiada luz (y la palabra más importante es “demasiada”) habla de nosotros, de esta Tierra nuestra que maltratamos, de nuestro suicidio lento y también de maneras posibles de detenerlo.