Los cuentos de Angelino me fascinaron desde que leí dos de ellos, “Antes de que amanezca” y “Noticias”, en el mail que hace años me mandó un amigo. Y entonces fue que emprendí una pesquisa casi obsesiva hasta dar con un ejemplar de Con otro sol, amarillento, ajado y en hojas de papel de diario, que me llegó por correo desde Buenos Aires. Así que ahora celebro esta reedición, aumentada además, que los cuentos de Angelino se merecen inmensamente.

Estos cuentos hablan de un lugar en el corazón de Entre Ríos. La comarca angeliniana tiene nombres: Campo del Banco, Crucecitas Octava, Almacén Iglesias y es el monte y los linares y las mangas de langosta y los carros que traquetean y los caballos que acometen leguas y leguas. Y está la voz de los hombres y las mujeres de ese pedacito entrerriano y hay un modo de contar que es una música que subyuga y a la vez chicotea como los rebenques en las grupas a las que hay que apurar. Y será ese modo de decir, la cuestión es que uno no puede leer los cuentos de Angelino sin sentir la respiración de los personajes. Uno ve la vida, ve la muerte y escucha las palabras de esa gente y escucha también su silencio y el ruido seco de su desamparo. Es el corazón de Entre Ríos, sí, pero es sobre todo el corazón humano el que late en estas páginas.

Belén Sigot