Hasta no hace mucho tiempo la sexualidad era un tema del que no se hablaba con los jóvenes. Los padres no sabían cómo encararlo y en la escuela, a lo más, se hacía referencia a la anatomía del aparato reproductor, pasando por alto los compromisos involucrados en su ejercicio. El silencio, naturalmente, era una forma de calificar esa dimensión de nuestra personalidad como algo inquietante, peligroso, bochornoso. Con la democracia vino "el destape" y con ello hemos pasado del ocultamiento a un muestrario indecoroso en que la vida sólo parece ser sexo y éste, estar distorcionado de los sentimientos y de los compromisos. De esta manera, los jóvenes reciben hoy una inmensa cantidad de referencias, explícitas e implícitas, a la sexualidad en sus peores manifestaciones: las relacionadas con la vanalidad y la grosera pornografía: la tienen, generalmente deformada y proveniente de fuentes malamente interesadas; sin embargo, siguen careciendo de información honesta y correcta. Las consecuencias de estas deformaciones y lagunas se hacen cada vez más evidentes en nuestras escuelas. La formación profesional de la autora - Licenciada y Profesora de Psicología, egresada de la UBA, dedicada a la psicología clínica - le ha permitido un tratamiento honesto de la problemática controvertida. Sin embargo, más que ofrecer recetas su trabajo invita a la reflexión colectiva, que permita desalojar mitos y comenzar a tratar con naturalidad un aspecto del ser humano que no puede ignorarse. Una tarea que los jóvenes seguramente nos agradecerán.