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El Decir se presenta, actualizando al objeto, cuando cesa toda demanda. La demanda cesa cuando el equívoco de un dicho interpretativo golpea a la significación del fantasma. La significación fantasmática resulta sacudida en su fijeza por la eficacia de la letra, eficacia en la revelación de la causa del deseo que se hace presente en el Decir. Entonces eso vibra, cruje, reverbera e impacta. Evoca, inscribe, penetra y mancha. Estos son los poderes de un decir que hace acto y cura. Ese decir rompe con lo conocido, desaloja del sentimiento de familiaridad de las palabras y ejerce su efecto desde una sorpresiva extrañeza, que no llega a ser ominosa puesto que es más frecuentemente acompañada por la risa que por el terror, pero que tampoco es sin angustia, dado el hecho de que no hay otro medio para el franqueamiento propio del acto.

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