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Ausencia. ¿Qué se hace con ese espacio vacío, con ese silencio que se apodera de todo? ¿Cómo llevar adelante los días cortos los segundos eternos cuando hay alguien que ya no está donde estuvo siempre?

Una madrugada Lucía se despierta y mira ese cuerpo que en ese momento duerme a su lado -al igual que cada mañana de los últimos quince años- pero que en pocas horas se convertirá en su ex marido y abandonará su cama, su casa y su vida.

La protagonista, una mujer de más de cuarenta años finamente construida por Silvia Arazi, se debate entre el alivio por la llegada de algo esperado durante mucho tiempo y el miedo a aquello que se avecina, a ese futuro incierto y desconocido. El dolor por lo que se intentó construir y se derrumbó será a partir de ahora parte de su día a día.

Silvia Arazi 
Silvia Arazi

¿Es la muerte peor que la separación? ¿Duele más aquello que no se pudo evitar o una decisión largamente meditada? ¿se sufre más la muerte física o la muerte en vida de aquella persona que fue y hoy ya no es?

A lo largo de los días y las noches que conforman esta historia, veremos transitar a nuestra heroína por lugares físicos y mentales que le permitirán ir re armando su espacio vital, reconstruyéndose a sí misma, tanto en relación a su matrimonio terminado como a su relación con sus padres y su hermana, igualmente conflictiva y desestabilizante. Tratando de realizar un viaje interior y disfrutando de sus espacios, ese consejo que detestó escuchar en boca de su hermana y de su terapeuta, pero que será fundamental para su reparación.

“Nunca conocí a alguien que, como Pedro, tuviera esa temible facultad de usar las palabras como un arma de guerra.

Nadie, salvo Pola, mi madre."

Lucía logra, con el paso de las páginas, descubrirse detrás del velo de esa construcción que quienes la rodearon intentaron hacer de ella lejos de su esencia más íntima. Consigue reconciliarse con su pasado y perdonar a una madre déspota y egoísta. ¿Es la Lucía de aquella madrugada inicial la misma que encontramos al acercarnos al punto final? Definitivamente no. Al igual que muchas mujeres que nos rodean a diario, Lucía se ha transformado, pasó de oruga a mariposa -dando vuelta el camino que sostiene su amiga Vera que hacen las personas-. De lo incipiente al máximo esplendor.

Con una prosa clara y atrapante, Silvia Arazi nos invita a ser parte de la vida cotidiana de la protagonista, de sus emociones y de sus recuerdos. ¿Cómo no sentirse identificado con el dolor de la pérdida? ¿cómo hacer para evitar empatizar con alguien que sufre por algo que seguramente, hoy o en un futuro, puede ser parte de nuestra propia vida? Nos llevamos a Lucía en el corazón, la recordaremos cuando la ausencia sea parte de nuestro día a día.

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“Nunca conocí a alguien que, como Pedro, tuviera esa temible facultad de usar las palabras como un arma de guerra.

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Lucía logra, con el paso de las páginas, descubrirse detrás del velo de esa construcción que quienes la rodearon intentaron hacer de ella lejos de su esencia más íntima. Consigue reconciliarse con su pasado y perdonar a una madre déspota y egoísta. ¿Es la Lucía de aquella madrugada inicial la misma que encontramos al acercarnos al punto final? Definitivamente no. Al igual que muchas mujeres que nos rodean a diario, Lucía se ha transformado, pasó de oruga a mariposa -dando vuelta el camino que sostiene su amiga Vera que hacen las personas-. De lo incipiente al máximo esplendor.

Con una prosa clara y atrapante, Silvia Arazi nos invita a ser parte de la vida cotidiana de la protagonista, de sus emociones y de sus recuerdos. ¿Cómo no sentirse identificado con el dolor de la pérdida? ¿cómo hacer para evitar empatizar con alguien que sufre por algo que seguramente, hoy o en un futuro, puede ser parte de nuestra propia vida? Nos llevamos a Lucía en el corazón, la recordaremos cuando la ausencia sea parte de nuestro día a día.