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Este libro pertenece a la serie La media distancia, una colección coeditada por Capital Intelectual y Le Monde Diplomatique. Por lo que entiendo, el objetivo de la colección es acercar ciertos temas clave en un registro que medie entre lo periodístico y lo académico, con una extensión superior a la de un artículo de diario pero menor a la de un “libro de librería” (los libros se consiguen en kioskos de diarios y revistas). Había leído ya Por qué retrocede la izquierda y me había parecido muy logrado el producto: este es el segundo que leo y la experiencia fue igual de satisfactoria. The Crown El libro contiene tres ensayos, precedidos por un prólogo muy ameno de Mariana Enríquez que destaca la diversidad al interior del volumen como un reflejo parcial pero claro de la diversidad al interior del movimiento feminista. En efecto, los tres textos se diferencian entre sí tanto por los temas como por el estilo y el enfoque, y el libro definitivamente gana con esa variedad. Lo único que tienen en común es que las tres se tomaron en serio la pregunta por el futuro: no pensé demasiado en el título cuando abrí el libro pero me di cuenta de que efectivamente era mucho más que una frase, y así lo habían tomado sus autoras. El texto de Florencia Angilleta hace una especie de historia rápida del movimiento feminista para preguntarse por lo que todavía nos falta: no tanto lo que nos falta conquistar en términos fácticos (la igualdad económica, la erradicación de la violencia) sino aquellos temas sobre los que nos falta consensuar, aquellas angustias que a veces ni siquiera nos animamos a conversar entre nosotras. Retomando una tradición breve (ella cita a Eva Illouz, pero en un ensayo bastante anterior Nora Ephron se pregunta lo mismo) Angilleta se pregunta por el lugar del poder en el deseo heterosexual, y el futuro de la sexualidad en un mundo igualitario. No ofrece un diagnóstico nostálgico del tipo “las feministas van a matar al erotismo”, pero intenta dar cuenta del hecho de que durante mucho tiempo el deseo se educó con ciertas imágenes y ciertas fantasías que cada vez nos hacen más ruido, y tal vez en muy poco tiempo dejen de ser excitantes (y deban ser reemplazadas por algo, pero todavía no sabemos por qué). En el siguiente texto, Mercedes D’Alessandro recorre brevemente la historia de la relación entre las mujeres y el trabajo para terminar integrando sus planteos a un problema más general: la cuestión de la robotización, y cómo las transformaciones tecnológicas están acercándonos, para algunos, a un mundo “post trabajo”. El movimiento que hace D’Alessandro es muy interesante: aunque la doble jornada haya sido una liberación inacabada para las mujeres, explica, efectivamente representó una mejora respecto del confinamiento al ámbito privado. D’Alessandro se pregunta, entonces, si aquellos ciudadanos y ciudadanas que en la utopía del ingreso básico se limitarían a consumir sin participar de la economía como trabajadores no quedarían reducidos al rol que las mujeres tenían antes de salir al mercado de trabajo, como una especie de excluidas-mantenidas del sistema. Lo que me pareció particularmente atractivo es que D’Alessandro muestra, con esta argumentación relativamente sencilla, que la economía feminista es una perspectiva conceptual rica, que puede proveer puntos de vista interesantes incluso para problemas que en principio no parecen problemas de género. Y de esta cuestión, qué tienen para decir el feminismo y las mujeres sobre temas que no son estrictamente de género, se trata también el último artículo, firmado por Marina Mariasch. Lo que Mariasch le pregunta al futuro tiene que ver con la propia supervivencia del feminismo: ¿cuánto tiempo más, pregunta entre indignada y sencillamente cansada, tendremos que seguir hablando de nuestra diferencia? ¿Tenemos que aceptar esos espacios que nos cede el patriarcado, esas “mesas de mujeres” como jardines de infantes para hablar de “nuestras cosas”? ¿Tenemos que rechazarlos a modo de protesta? Ante la duda, la respuesta de Mariasch es ocupar, y ser solidarias con las otras. Tomar esos espacios aunque sigan siendo patriarcales porque el cambio se va haciendo así, pero tomarlos siempre con otras, siempre juntas: no bancarse ser la única mujer en una antología, la única en una mesa, no conformarse con ser la excepción, no regodearse, mucho menos, en ese “ser especial”. Como manual de instrucciones para seguir viviendo en el patriarcado y romperlo un poquito todos los días me parecieron dos principios maravillosos.

FUTURO ES FEMINISTA EL - ANGILLETTA F MARIASC

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Este libro pertenece a la serie La media distancia, una colección coeditada por Capital Intelectual y Le Monde Diplomatique. Por lo que entiendo, el objetivo de la colección es acercar ciertos temas clave en un registro que medie entre lo periodístico y lo académico, con una extensión superior a la de un artículo de diario pero menor a la de un “libro de librería” (los libros se consiguen en kioskos de diarios y revistas). Había leído ya Por qué retrocede la izquierda y me había parecido muy logrado el producto: este es el segundo que leo y la experiencia fue igual de satisfactoria. The Crown El libro contiene tres ensayos, precedidos por un prólogo muy ameno de Mariana Enríquez que destaca la diversidad al interior del volumen como un reflejo parcial pero claro de la diversidad al interior del movimiento feminista. En efecto, los tres textos se diferencian entre sí tanto por los temas como por el estilo y el enfoque, y el libro definitivamente gana con esa variedad. Lo único que tienen en común es que las tres se tomaron en serio la pregunta por el futuro: no pensé demasiado en el título cuando abrí el libro pero me di cuenta de que efectivamente era mucho más que una frase, y así lo habían tomado sus autoras. El texto de Florencia Angilleta hace una especie de historia rápida del movimiento feminista para preguntarse por lo que todavía nos falta: no tanto lo que nos falta conquistar en términos fácticos (la igualdad económica, la erradicación de la violencia) sino aquellos temas sobre los que nos falta consensuar, aquellas angustias que a veces ni siquiera nos animamos a conversar entre nosotras. Retomando una tradición breve (ella cita a Eva Illouz, pero en un ensayo bastante anterior Nora Ephron se pregunta lo mismo) Angilleta se pregunta por el lugar del poder en el deseo heterosexual, y el futuro de la sexualidad en un mundo igualitario. No ofrece un diagnóstico nostálgico del tipo “las feministas van a matar al erotismo”, pero intenta dar cuenta del hecho de que durante mucho tiempo el deseo se educó con ciertas imágenes y ciertas fantasías que cada vez nos hacen más ruido, y tal vez en muy poco tiempo dejen de ser excitantes (y deban ser reemplazadas por algo, pero todavía no sabemos por qué). En el siguiente texto, Mercedes D’Alessandro recorre brevemente la historia de la relación entre las mujeres y el trabajo para terminar integrando sus planteos a un problema más general: la cuestión de la robotización, y cómo las transformaciones tecnológicas están acercándonos, para algunos, a un mundo “post trabajo”. El movimiento que hace D’Alessandro es muy interesante: aunque la doble jornada haya sido una liberación inacabada para las mujeres, explica, efectivamente representó una mejora respecto del confinamiento al ámbito privado. D’Alessandro se pregunta, entonces, si aquellos ciudadanos y ciudadanas que en la utopía del ingreso básico se limitarían a consumir sin participar de la economía como trabajadores no quedarían reducidos al rol que las mujeres tenían antes de salir al mercado de trabajo, como una especie de excluidas-mantenidas del sistema. Lo que me pareció particularmente atractivo es que D’Alessandro muestra, con esta argumentación relativamente sencilla, que la economía feminista es una perspectiva conceptual rica, que puede proveer puntos de vista interesantes incluso para problemas que en principio no parecen problemas de género. Y de esta cuestión, qué tienen para decir el feminismo y las mujeres sobre temas que no son estrictamente de género, se trata también el último artículo, firmado por Marina Mariasch. Lo que Mariasch le pregunta al futuro tiene que ver con la propia supervivencia del feminismo: ¿cuánto tiempo más, pregunta entre indignada y sencillamente cansada, tendremos que seguir hablando de nuestra diferencia? ¿Tenemos que aceptar esos espacios que nos cede el patriarcado, esas “mesas de mujeres” como jardines de infantes para hablar de “nuestras cosas”? ¿Tenemos que rechazarlos a modo de protesta? Ante la duda, la respuesta de Mariasch es ocupar, y ser solidarias con las otras. Tomar esos espacios aunque sigan siendo patriarcales porque el cambio se va haciendo así, pero tomarlos siempre con otras, siempre juntas: no bancarse ser la única mujer en una antología, la única en una mesa, no conformarse con ser la excepción, no regodearse, mucho menos, en ese “ser especial”. Como manual de instrucciones para seguir viviendo en el patriarcado y romperlo un poquito todos los días me parecieron dos principios maravillosos.